miércoles, 23 de mayo de 2018

Proféticos





Sobre la función profética de la literatura

Formas breves, de Ricardo Piglia: el escritor como crítico



Podemos pensar al crítico como un pintor puntillista que continuamente salva a la literatura del caos. El pincel sirve para salvar las cosas del caos, escribió Shitao. El crítico organiza, ordena, define una perspectiva, observa el mundo con una lupa. Mueve la lupa y, en esa oscilación, reordena el mapa de la literatura.
El crítico funciona como un lector que encuentra en lo que lee la prefiguración de su escritura futura. Quiero decir, es, fundamentalmente, un gran lector. Un lector que ha encontrado la dirección de su lectura. No lee perdido en el desierto, sino que su meta es la brújula que ordena, desde el futuro, la lectura presente. En ese sentido, el crítico inventa algo que no está en lo que lee pero que, al mismo tiempo, encuentra una prefiguración de su invención en la lectura.
Borges leyó de esa manera lo que Macedonio narraba en la confitería de Once. Piglia lee en esa dirección el Museo de Macedonio. La ciudad ausente es una reinvención del Museo, es una lectura futura del Museo. El crítico (el crítico artista, según pensó Oscar Wilde comparte con el matemático su relación con el futuro.
Ricardo Piglia es un gran lector y desde esa instancia paradigmática se define como crítico. Cumple el proyecto de Aristóteles: busca, en la trama confusa y desordenada de la literatura, los primeros o los últimos principios del lector. Piglia es lo que podemos llamar un lector puro; un lector que busca deletrear el secreto de la realidad en la trama de la literatura.
La literatura es la forma privada de la utopía, escribió Piglia. La filosofía es, también, una forma privada de la utopía. El filósofo encuentra en las cavilaciones sobre el mundo, sobre la política o sobre el arte, una forma íntima, personal, de la utopía.
El filósofo, desde Platón, cree en la ciudad ideal. Y es el principal crítico de la mediocridad de la sociedad en la que vive. El filósofo, por eso, vive en la modestia: solo puede aspirar a la condición microscópica y personal de la ciudad ideal. Pero creo que en la pequeña habitación del filósofo se inicia el proyecto de la sociedad futura. En este sentido, el filósofo como un anarquista continuo, es el que desconfía de la sociedad actual y crea, en el silencio de su intimidad, el proyecto de una sociedad.
¿Qué lugar ocupa la biografía en la cavilación del filósofo como crítico? El filósofo piensa en el presente. Le está vedado, a pesar de las aspiraciones a la eternidad, caminar en la sociedad romana o entre los árboles de la Edad Media. El filósofo especula, inevitablemente, en la sociedad de su presente. Y las experiencias que le han tocado vivir son las condiciones desde las que critica el mundo y proyecta la sociedad futura.
La filosofía como crítica, podríamos decir, es la forma especulativa de la autobiografía.
Desde esta perspectiva, la literatura y el arte tienen mucho para decir al filósofo. Un novelista o un artista, no tratan de negar la influencia de la vida en sus creaciones. Los filósofos, en cambio, han tratado de negar la influencia de la experiencia en sus filosofías. Sin embargo, si no concediéramos importancia a la vida, ¿cómo explicaríamos las desviaciones en la filosofía de Platón, Kant, Wittgenstein o Sartre?
El crítico, como dije, es un gran lector. Es el lector que mira al mundo como un libro interminable. El escritor es, en el fondo, un crítico, ya que el escritor es, antes que nada, un lector.
La crítica es la forma moderna de la autobiografía, escribió Oscar Wilde. Piglia, en el Posfacio a Crítica y ficción, reprodujo la sentencia de Wilde. Un crítico escribe su vida con las lecturas. Los libros que ha leído escriben su vida. La vida de un crítico es la trama sinuosa de sus libros.
Piglia es, entonces, un gran lector. ¿Qué escritores lee Piglia? Borges, Macedonio, Kafka, Joyce. Borges es el paradigma de la precisión léxica, del estilo propio, de la pureza de la lengua. Macedonio es el experimentalista, el que no está en el centro, el cínico, el filósofo de la literatura. Kafka es el subversivo, el escritor más original del siglo XX. Joyce es todos los escritores anteriores menos Borges. Joyce contiene a todos los escritores anteriores pero no lo contiene a Borges.
Piglia lee a Macedonio, a Borges, a Kafka, a Joyce. Desde la mirada oblicua de estos escritores escribe su narrativa. Borges y Joyce forman dos centros opuestos y definen su modo de entender la literatura.
Respecto de la relación de Piglia con Borges y con Macedonio, he pensado que si Borges hace una lectura macedoniana de Macedonio y de la literatura universal, Piglia hace una lectura borgeana de Macedonio. Por tanto, Piglia hace una lectura macedoniana al cuadrado de la tradición literaria.
Desde esa lectura de Macedonio, de Borges y de Joyce, Piglia ha señalado, también, la función profética de la literatura. Una novela no solo trabaja con las zonas reconocibles de la realidad, no solo elabora variantes paranoicas o paródicas de lo real sino que también produce mundos paralelos. Yo diría que la literatura trabaja, en este sentido, como la pintura abstracta: produce otra realidad, una realidad tan real como la vida. Piglia cree que en los intersticios de la abstracción se puede leer una sombra del futuro.“La literatura permite pensar lo que existe pero también lo que se anuncia y todavía no es”, escribió en Formas breves.Crítica y ficción puede ser leído como un mapa de la literatura argentina. Es una brújula para leer la tradición pero es, también, una linterna para delinear las zonas virtuales del futuro.
Las posiciones del crítico y del cínico no son actitudes opuestas. Son, creo, actitudes complementarias. Desde la actitud cínica de Macedonio, Piglia ha logrado lecturas desplazadas de la literatura argentina. Como crítico, Macedonio ha esbozado una teoría insólita sobre la ficción y sobre la realidad.






A continuación, se mencionan los principales textos críticos sobre Arlt que si bien no abordan específicamente el tema de este artículo, han sido fundamentales para complejizar la lectura del autor. Como es sabido, los intelectuales que se reúnen, a mediados de 1950, en la revista Contorno, son los primeros que re descubren la obra de Arlt. Desde esta revista, releen el libro Roberto Arlt, el torturado [1950] de Raúl Larra y le dedican todo un número a la obra arltiana. En uno de los artículos de la revista, “Una expresión, un signo”, Ismael Viñas retoma, y asume, las falencias de la escritura de Arlt, debido a su falta de formación, al uso de un lenguaje desprolijo y violento. Así, el hombre de Arlt aparece desnudo en toda su angustia entrampado y obsesionado por el poder, la humillación y el dinero. Piglia [1973], heredero de la tradición de Contorno, recorre la relación de la escritura con el dinero y el mercado para decir que, en Arlt, escribir era una fatalidad, una necesidad puesto que el dinero era garantía de sobrevivencia y de buena literatura. Entrada la década del ´80, no sólo se continúan las lecturas sobre las ideologías en Arlt sino que también se publican trabajos que analizan la estructura de la novela [Rivera, 1986] y la función que cumple el narrador y el comentador [Prieto, 1986]. Desde los Estudios Culturales, Sarlo [1988] se propone revisar en canon y, así, incorpora a Arlt en un mismo capítulo con Borges y Girondo, como parte de los que configuran el mapa literario receptivo de la experiencia moderna. La hipótesis de Sarlo es que Arlt supo aprovechar de las malas traducciones, del folletín y, fundamentalmente, de los manuales seudo-científicos, a los que podía acceder. Hipótesis a la que volverá en otros artículos como “Lo maravilloso moderno” [1993]. Luego, profundiza en aspectos más puntuales de la obra de Arlt, como las sociedades secretas y el ocultismo (“Ensayo general” 1998], el impacto de la modernización y la ciudad, (“Ciudades y máquinas proféticas” 1999], la violencia política de sus novelas (“Un extremista de la literatura” 2000] o un Arlt inclasificable (“Roberto Arlt, excéntrico” 2000] dentro de la literatura, además de que discute la premisa de escribía mal. En cuanto al análisis de los discursos ideológicos, una de las discusiones de la crítica gira en torno al fascismo en la novela, cuestión discutida por Zubieta [1987) quien sostiene que los planes del astrólogo son una parodia de los modelos del utopismo libertario del siglo XIX. José Amícola [1984] pone a prueba cada uno de los discursos políticos implicados en Los siete locos y Los lanzallamas, hasta afirmar que es antifascista y antimilitarista, y arriesgar la hipótesis de que la narrativa de Arlt permite profetizar los horrores que se desencadenarán unos años más tarde a través del fascismo y el nazismo.


Roberto Emilio Godofredo Arlt
       1900-1942



















Cuando se hundieron las formas puras
bajo el cri cri de las margaritas,
comprendí que me habían asesinado.
Recorrieron los cafés y los cementerios y las iglesias,
abrieron los toneles y los armarios,
destrozaron tres esqueletos para arrancar sus dientes de oro.
Ya no me encontraron.
¿No me encontraron?
No. No me encontraron.
Pero se supo que la sexta luna huyó torrente arriba,
y que el mar recordó ¡de pronto!
los nombres de todos sus ahogados.

Fragmento de la "Fábula y rueda de tres amigos", Poeta en Nueva York



El accidente

      
Alfonso Ponce de León  (Málaga, 1906 - Madrid, 1936) fue un pintor conocido y respetado en los círculos españoles de su época, pese a su corta vida. No obstante, tanto el trabajo como ilustrador para libros y revistas como su producción en pintura, poco más veinte óleos, permanece en el olvido durante décadas tras su muerte. 
El Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía posee la obra más conocida del pintor, Accidente (1936), en la que Ponce de León se autorretrata como víctima de un trágico final. Este cuadro resulta premonitorio, dado que muere pocos meses después de pintarlo. . Actor y director de cine, Ponce de León dirige en 1934 el film Niños y en 1935 colabora con Edgar Neville en la película Do, Re, Mi, Fa, Sol (la vida privada de un tenor). En la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1936 presenta su obra más conocida: Autorretrato (accidente), en parte premonitorio de su inmediato futuro. El 20 de septiembre de 1936 fue detenido en la puerta de su domicilio —Paseo de la Castellana, 2— y trasladado a la checa de Fomento; nueve días después su cadáver fue encontrado en una cuneta de Vicálvaro. Otros hombres de su familia también corrieron una suerte trágica; así, hacia el 30 de septiembre fueron asesinados en la carretera de Vallecas su padre, Juan Ponce de León y Encina y su hermano Guillermo, abogado en ejercicio; su hermano Juan fue fusilado el 7 de noviembre de 1936.



El Museo cuenta con otras dos obras del artista, Arquitectura urbana (Portería), de 1929 y Jóvenes y un pescador (1936).







Cuando en 1963 escribió "Las sandalias del pescador", en plena Guerra Fría, el mundo estaba muy lejos de imaginar que 15 años después la Iglesia coronaría en el Vaticano a un papa venido del Este.



Desde sus primeros libros, Blake se ocupó de describir la importancia de la imaginación y la profecía en el quehacer intelectual. Hizo lo que prácticamente todo escritor, artista o científico debería hacer: revisar y cuestionar los métodos del pasado para buscar uno propio. No convencerse de las cosas sólo porque las hemos heredado, sin cuestionarlas, ni despreciarlas por ser de otro tiempo.





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