martes, 29 de mayo de 2018

Ferdinand Hodler


Artista esencial del paso del naturalismo del siglo XIX al expresionismo del XX. Con una rica y variada trayectoria, el pintor suizo está considerado uno de los pintores de paisajes más originales y brillantes de la historia del arte, figura clave del simbolismo y precursor del expresionismo. 


Ferdinand Hodler (Gurzelen, 1853-Ginebra, 1918) vivió en la época del desarrollo de la modernidad, los descubrimientos científicos y el progreso técnico que trajeron consigo grandes e importantes cambios políticos y económicos. Hodler se comprometió con estas transformaciones porque comprendía que el mundo nuevo en el que le tocaba vivir necesitaba también una nueva pintura.



Gozó de una gran fama y éxito durante mucho tiempo y, como muchos otros artistas, después vino el olvido, algo que es difícil de explicar si tenemos en cuenta su variada y rica trayectoria y su potencia creativa. Está considerado uno de los pintores de paisajes más originales y brillantes de la historia del arte occidental, figura clave del simbolismo, precursor del expresionismo y muy valorado por el tratamiento de temas sobre el trabajo y la muerte.



Ferdinad Hodler nació en Gurzelen, cerca de Berna, en el seno de una humilde familia, su padre era carpintero y su madre cocinera. Cuatro de sus cinco hermanos y sus padres murieron de tuberculosis, algo que le marcó tan profundamente que uno de sus referentes en su trabajo es la muerte desde el principio de su trayectoria.







Hodler era un excelente paisajista. Recreó su patria, Suiza, desde amenazadoras montañas y espectaculares lagos, hasta sencillos árboles o rocas y, a veces, apenas manchas. El paisaje es el tema con el que se inició como pintor y en el que apreciamos claramente su evolución. Tras una primera etapa figurativa en la que expresa la sencillez de un paisaje lleno de un sereno realismo pasa a partir de 1890 a experimentar un cambio de estilo. No solo quiere reproducir el paisaje, sino dotar a sus obras de un mensaje más profundo, aportar una dimensión espiritual a su pintura, algo que consigue gracias al simbolismo y para ello utilizó ampliamente la simetría como base compositiva –lo que él llamaba el principio del “paralelismo”– e hizo un uso del color lleno de audacia e intensidad.




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