domingo, 6 de mayo de 2018

Paul Poiret




De origen humilde y nacido en abril de 1879, su primer modelo lo realizó para una muñeca de su hermana con restos de seda de un paraguas. 

Un fino olfato comercial, un sentido teatral y una imaginación desbordante lo llevaron al estrellato para caer tan rápidamente como ascendió. 


Nada hacía ver que el joven Poiret iba a convertirse en el diseñador estrella de principios del siglo veinte. Sus primeros pasos en el mundo de la creación lo dio con 17 años de la mano de Jacques Doucet. Para la firma, diseñó una capa roja y envolvente de la que se vendieron 400 unidades durante la temporada ¡Un récord para la época!


Aunque también trabajó para Casa de Worth, consciente de su talento, fundó su propia boutique en 1903. Hasta aquí se acercaban mujeres de la élite económica e intelectual en busca de sus delicados vestidos en forma de quimono. Y también todo el que era alguien en la alta sociedad parisina de entonces. Sus fiestas, con unas teatrales puestas en escena, eran sonadas.

Como lo fue la que sirvió para dar a conocer su primer perfume.

Como otros tantos creadores de la época, fue llamado a filas durante la I Guerra Mundial. No entró en combate. Su labor se ceñía a bosquejar los uniformes de los soldados. Cuando regresó a París en 1919 su firma estaba en bancarrota y Poiret no fue capaz de levantar cabeza.


Las malas lenguas cuentan que prácticamente tuvo que mendigar vendiendo dibujos por los cafés parisinos y que solo su amiga y colega de profesión Elsa Schiaparelli le echó una mano económicamente. También tuvo que ser espiritual puesto que la italiana pagó su entierro. Poiret murió en 1944.


Lo de Poiret fue un ascenso fulgurante y una caída aún mayor. Aunque tuvo un cierto olfato para entender los cambios que se estaban operando nada más entrar en el siglo XX, el diseñador no fue capaz de adaptarse a los nuevos rumbos que demandaba la sociedad de los años treinta.


Eso no quita para que sea considerado, no uno de los más importantes de la historia, sino quizás el primer modisto en el sentido moderno. Despojó a la mujer de los corsés, de las ballenas y de la ropa incómoda con modelos más que sueltos que dejaban ver parte de la pierna (una osadía en la época). También llevó el estilo quimono (el que, en algún momento trató, por ejemplo, Cristóbal Balenciaga) a los guardarropas de las damas elegantes.





Las prendas que salían de su taller eran totalmente sueltas. No se ceñían a la cintura. Apenas había cortes. Todo se desarrollaba de manera envolvente y sofisticada.


Tenía preferencias por las telas de seda y por los bordados, aunque se conservan vestidos abullonados y lisos en algodón y lana.


Los zapatos de Paul Poiret


Poiret también diseñó zapatos (que te he dejado en el cuadro de las imágenes). Seguían los patrones de su ropa. Había un gusto por los brillos, que luego desaparecerían, por los bordados, por las lentejuelas y por el barroquismo.

Hay una anécdota que circula por los salones de la moda que pone a Paul Poiret frente a una Coco Chanel vestida totalmente de negro (sin estar de luto).

Cuando el modisto le preguntó a la diseñadora por qué iba con ese color si no se le había muerto nadie, ella respondió. “por usted señor Poiret, por usted”. Aunque ilustra las rivalidades entre colegas, la frase también responde a una forma de entender el mundo que nació con el mito Chanel.






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