jueves, 15 de noviembre de 2012

Desde el interior de Woody Allen




Pese a mi admiración por él, alguna vez le he leído diciendo alguna estupidez, como que Hitchcock era muy bueno en su trabajo, pero intrascendente en sus obras. Es un dilema que Allen arrastra en su filmografía: conserva todas las imágenes del cine popular americano que llenaron su infancia y que sembraron en él la ilusión indispensable, pero admira a los autores profundos, estetas, filosófos, aquejados de un TOC sublime y algunas veces ininteligibles para el gran público.


Bien. Aunque ya se ha hecho y él mismo gusta de aparentar que lo hace, muy a menudo humorística y genialmente, vamos a psiconalizarle un poco más.

Propongo dos de sus personajes: "Pearl" y "Eve", Maureen Stapleton y Geraldine Page en "Interiores". 

Pearl es el cine que entusiasma al barrio, al mundo, no exento de cierto estilo, pero también cercano a veces a la vulgaridad, es la mujer que viene a sustituir a esa madre omnipresente, exquisita, que manipula todo el entorno y lo convierte en un cuadro de Hammershøi. Ésta última es el "cine de autor", normalmente europeo: planos de una higiene categórica, en el sentido kantiano, delicada pureza en la simbiosis de genio y belleza, psique y eros, sabiduría y narración...La otra, Pearl, es el arrebato, la conmoción afectiva, la chispa y el color. Ella abre sus brazos para que todos puedan soñar entre ellos y despliega las alas de un gran hacedor de nidos. ¿Y cuántos de nosotros no oscilamos entre una y otra? ¿Quién no pretende encontrar un absoluto en las pantallas, el planetarium definitivo que le devuelva su galaxia?








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