Cinderella, Cendrillon, Cendroseta, Ventafocs,
Cenicienta. No sólo en lugares, también en estilos, modas, movimientos
artísticos, cine, teatro, ediciones de todos los tipos, el cuento de la
muchacha relegada a un rincón de la cocina, que duerme sobre cenizas u
hojarasca, que debe ocuparse de las tareas interminables que le impone una
familia, de hembras usurpadoras de su patrimonio, es de sobras conocido
mundialmente. La madrastra y sus dos hijas, legitimadas por esa estrategia que
convierte el matrimonio en una de las malas artes (como podría serlo la
seducción del viudo acomodado y nostálgico) se han apropiado de su casa y su
fortuna y pretenden encerrarla en una esclavitud que dure hasta que esa
muchacha, y ellas mismas, olviden el estado primitivo en que se hallaban las
cosas, y consiga que las cualidades innatas de Cenicienta desaparezcan como el
vapor del caldero junto al que sueña todas las noches.
Es horrible ¿no?: robo, mentira, explotación, encierro,
alienación. A pesar de ello, el cuento sigue relatándose una y otra vez. La
crítica a la que es sometido sólo atañe a cuestiones que le son ajenas: la
alcurnia del pretendiente, simbólica de una nobleza no material, la
intencionada negación del talento femenino, pese a las muchas virtudes con que
se adorna a la protagonista, etc.. Creo que esto es así por una propiedad que
está en el cuento, pero que no es el cuento, es decir, el argumento es como un
zapato, adorable, punzante, opresor, o mil cosas más, que encierra otra cosa, y
esa otra cosa es la que realmente anda (el pie).
Ya hice notar que la idea de introducir el cristal en el
zapato de Cenicienta fue de Perrault, quien gustaba de recrear los cuentos de
transmisión oral para su hijo y para la corte. Y que ese rasgo se conservaba en
la narración actual, incluso después de haber pasado por la máquina rigurosa de
los folkloristas, filólogos y hermanos Grimm. Me parece muy significativo,
porque el cristal sigue el mismo proceso que ha sufrido el cuento:
-Originalmente amorfo, sometido a cierta temperatura es
capaz de tomar tantas formas como encuentre en el medio, adaptándose al molde
que toque en cada caso, y es así como los cuentos han generado millones de
versiones, versiones y sólo versiones, pues es imposible datarlos dentro de esa
corriente de burbujas ardiendo, es imposible darle una forma cualquiera sin
disponer de un instrumento para soplar. Ese instrumento es la escritura.
- Perrault fue el primero que "escribió" La
Cenicienta. Fue el primero que cristalizó ese material en una narración fija, y
al hacerlo, legó un detalle de forma, afín a su tiempo, insignificante, frágil,
pero transparente.
Ya dice Bettelheim que las interpretaciones de los
cuentos son tantas que nos perderíamos como en uno de sus frondosos bosques y
ejemplifica con la posible leyenda, pre o paracristiana, sobre una deidad niña
que era el sol, rodeada de siete hermanos planetas,que hoy conocemos como
Blancanieves.
Si hay fetichismo en la Cenicienta es también éste. El
fetiche es el propio cuento, revestido de una prenda reformadora, su horma de
imprenta.
Como dijo Mr. Freud: "Todo es una sustitución".
El pie ya no hace falta, el zapato es su metonimia. O como Durkheim: El
discurso se vuelve autónomo, ya no depende de la situación que lo generó. Ergo,
no hay que ver nada, todo está en el cuento.
El cuento dispone de varias lecturas y niveles. Aunque
ninguna explicación podrá alcanzar la sencillez e intensidad de escuchar un
relato y entrar en su historia.
Los cuentos están emparentados entre ellos de diversas maneras. Por ejemplo, Piel de Oso o Piel de Asno trata de una princesa que ha sido desterrada de su reino y vaga por el mundo oculta bajo una fea piel de animal. Sus cualidades de cocinera, escondida tras los fogones de una taverna, enamoran a un rey que come allí por casualidad. Cuando la ve, ella muestra esa horrible apariencia con el pellejo sucio, pero el amor ya está preparando un final feliz. Es un cuento afín a La cenicienta, pero también a éste de hoy, La princesa y el guisante, pues nos habla de las apariencias, un tema más que recurrente en los cuentos, abordado de múltiples formas. La del guisante llega al palacio arruinada, empapada y pedigüeña, lo más lejano a una princesa. Sin embargo, la corte que encuentra n ole pone problemas, están obsesionados con encontrar la esposa ideal para el Delfín, y le ponen la prueba que ya muchas no han superado, sin preguntarse como podría ser de la realeza esa muchacha desastrosa. Como en Piel de Asno, una apariencia terrible puede ocultar lo más valioso. Ambos cuentos, siguiendo con aquel tema de los fetiches u objetos mágicos, encierran esa propuesta a través de un anillo, en el caso de Piel de Asno, que cae dentro de otro de los platos que consume el rey, y un guisante, elemento principal de la prueba de autenticidad principesca. Es decir, cosas pequeñas ocultas bajo algo grotesco (30 colchones a los que hay que subir con una escalera, una piel desollada como capa) que tienen "el poder" de mostrar la belleza escondida. La princesa del guisante alude a la nobleza de carácter, pues las que fracasaron en las pruebas también eran princesas, pero no notaron el "bultito", sino que durmieron a sus anchas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario