Hace tiempo publiqué en mi Facebook una fotografía de Peter Falk en su papel de Teniente Colombo. He sido "colombina" desde niña, como tantos y tantas a los que la serie sedujo inmediatamente y para siempre.
La foto lleva el título de "Una preguntita más".
Alguien se ha interesado esta mañana (en mi muro, claro) por si el teniente algún día sacará las manchas de su gabardina. Yo le he contestado que eran marcas de guerra, que no las sacaría nunca. La respuesta ha sido: "lamparones de guerra".
Una pequeña conversación jocosa. Pero creo que esa pregunta es importante.
Veamos. Las manchas en la gabardina de Colombo son esenciales:
1 - Por una cuestión práctica: a ojos de los sospechosos le hacen parecer inofensivo. Un aspecto astroso, un detective despistado que habla de su mujer, un teniente doméstico y sin glamour. ¿A quién puede asustar? El culpable o cualquiera de los interrogados bajan la guardia o simplemente no activan ningún mecanismo extra de seguridad.
2- Por una cuestión lógica, pero extremadamente vital: la falta de interés por sí mismo hace del detective un depredador de criminales. Es un observador voraz, no pierde la energía en autocontemplaciones. Está falto de vanidad y completamente entregado al mundo exterior.
Que un aspecto perfecto, distinguido, atractivo, aseado y detallista puede ocultar a un cretino es vox populi y no hace falta insistir, eso se aprende en la vida y en la calle.
Lo que cuesta más es entender los casos Colombo. Son como el pelo alborotado de Einstein, deberían ser una lección de humildad para el apetito de seda, sobre todo en nuestra época, que cifra tantos beneficios en ella.
El detective Colombo es genial porque es un desastre, ni más, ni menos. Cada lamparón en su gabardina es un caso resuelto, como en esas brujas que para eliminar sus verrugas tienen que practicar un tipo de magia que le solucione la vida a alguien desahuciado, pero en sentido inverso, a más lamparones, más perspicacia.
¿Estoy defendiendo la apariencia de dejadez, la indolencia en el seguimiento de la moda, la incorrección política al fin y al cabo?
Pues sí y no.
Yo soy capaz de reverenciar a un sujeto mal vestido ¿Por qué no iba a poder? Es más ¿por qué no respetar esos galones siempre, si pueden representar a todos los Colombos?
No en vano Peter Falk aparece en "El cielo sobre Berlín" ejerciendo de ángel caído. Es decir, de observador, de super-observador, de paladín de la empatía hacia nosotros, los humanos, y eso es así porque todos los ángeles llevan gabardina.